Librerías con historia: lugares donde nunca sentirnos extraños
El País Semanal de hoy (nº 1941
[8-12-2013], pp. 40-58) dedica su reportaje central al "Elogio a las
librerías con historia", donde once escritores homenajean sendas librerías
míticas de distintas ciudades del globo. Entre ellas se incluyen solamente dos
españolas, una de las cuales es aragonesa: la benemérita Cálamo, cuyos anaqueles y
responsables nos recuerdan por qué el de librero es todo un delicado y
especializado oficio, todavía necesario.
Para quienes hemos sido bibliófagos y
todavía mantenemos el vicio de la lectura, librerías como esas son espacios impermeables a la
prosaica y no siempre gratificante realidad del día a día, ámbitos donde el
transcurrir ordinario del tiempo pierde su sentido para abrirse a otros
decursos de tinta y lugares donde nunca nos sentimos extraños. ¿Cómo no
rememorar la calidez de esos refugios de papel de La Central de
Barcelona
(aunque la de la calle Mallorca es la madre de todas las sucursales y está
deslumbrantemente surtida y organizada, cautiva especialmente la sede
del Raval)
o de esa Shakespeare
and Company
del siempre estimulante quinto distrito, con pozo de los deseos incluido, que
es una falsificación de aquella otra homónima que en otro tiempo fue el centro
de la cultura angloamericana en París y que no cierra hasta bien entrada la noche?
La lista podría ampliarse con muchas otras. A bote pronto, me vienen al paladar la mágicamente noctámbula l'Écume des Pages de Saint-Germain-des-Prés, la Bertrand del Chiado lisboeta, cuyos empleados pueden guiarte como esos ancestrales navegantes portugueses, o la ascensionalmente absorbente Hoepli de Milán, en la cual uno podría pasar este puente inmaculado-constitucional íntegro embebido en un completo universo de sugerencias lectoras.
La lista podría ampliarse con muchas otras. A bote pronto, me vienen al paladar la mágicamente noctámbula l'Écume des Pages de Saint-Germain-des-Prés, la Bertrand del Chiado lisboeta, cuyos empleados pueden guiarte como esos ancestrales navegantes portugueses, o la ascensionalmente absorbente Hoepli de Milán, en la cual uno podría pasar este puente inmaculado-constitucional íntegro embebido en un completo universo de sugerencias lectoras.
Precisamente a las Librerías dedica Jorge Carrión un
ameno ensayo que fue finalista del Premio Anagrama
(Barcelona: Anagrama,
2013). Esta obra y el citado reportaje son una buena oportunidad para
sumergirnos, leyendo reflexiones sobre él o (re)visitándolo, en un mundo que no
queremos que se convierta en crepuscular.
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