Gran parte de la vida laboral se parece a la proverbial escalada armamentística. Trabajamos más para conseguir avanzar posiciones respecto a los demás, pero ellos responden trabajando más para conservarlas. Al final, estamos en el mismo sitio en el que empezamos, pero con menos horas de ocio.
(...)
[Usar] nuestras ganancias adicionales de productividad para empeorar nuestro nivel de vida es un malgasto del único recurso escaso que todos tenemos en nuestra vida: el tiempo.
(Luis Garicano, "¿Por qué no trabajamos menos horas?", Negocios, suplemento de El País, 1480 [16-3-2014], p. 16d)
Un problema no desdeñable de nuestras sociedades es el de la gestión del tiempo en relación con la productividad laboral y el disfrute de tiempo libre para la vida personal y familiar y para el ocio, como recuerda el profesor Luis Garicano (catedrático de la London School of Economics). No hemos sabido convertir las ventajas de la automatización de ciertas tareas y de los avances tecnológicos en un mayor disfrute de la vida o en más tiempo para estar con nuestras familias. La verdadera calidad de vida y el éxito personal no se miden por tener un móvil de última generación, un plasma de muchas pulgadas o una casa mayor. Debemos reflexionar, de manera individual, sobre este culto a la ostentación y decidir qué consideramos lo normal, distinguiendo los bienes que corresponderían a necesidades objetivas del anhelo por conseguir otros más vinculados con el consumismo o con el deseo de exhibir un determinado estatus entre nuestros pares. ¿Qué es más importante y nos hace sentir más satisfechos al final de cada día: poseer cualquier aparato último modelo o haber podido disfrutar de unas horas más con nuestras familias? Pensémoslo y obremos en consecuencia, como individuos y como sociedad. Ser más productivos tiene sentido si es para vivir con mayor calidad. Y ese el verdadero lujo al cual merece la pena aspirar.
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