La acogida de refugiados como síntoma de humanidad

  Si fueran ustedes, con sus hijos en brazos, los que vieran cómo el mundo se deshace, no habría muro que no fueran a subir, no habría mar que no fueran a atravesar o frontera que cruzar para huir de la guerra o del autodenominado Estado Islámico. Debemos acoger a los refugiados en la UE.
(Jean-Claude Juncker, Discurso sobre el estado de la UE, Estrasburgo: Parlamento Europeo, 9-9-2015. La traducción es la comunicada a las agencias de prensa) 

   
Warren Richardson, Hope for a New Life (2015)
Más allá de que la Convención sobre el estatuto de los refugiados hecha en Ginebra en 1951 (arts. 31-33) así nos comprometa a ello como país firmante de la misma, la acogida a quienes escapan de las guerras debería ser un acto reflejo y automático de pura y simple humanidad. Como muy bien recordaba el presidente de la Comisión Europea, cuando las personas asisten al desmoronamiento de su entorno de seguridad y ven peligrar la vida de los suyos, es completamente natural que traten de salvaguardar a sus familias huyendo de tanta destrucción. Nosotros también lo haríamos, sin dudar, si tuviéramos la desgracia de hallarnos en esa tesitura. A buen seguro, nos gustaría encontrar al otro lado algo de calidez y hospitalidad para aferrarnos a la esperanza de que una nueva vida, sin horror, fuera posible. Y no está escrito en las estrellas que nadie, que ninguna sociedad, tenga garantizado por siempre que algo así no le pueda suceder. Por todo ello, mostremos también con nuestros actos de ahora esa capacidad de conmovernos ante quienes sufren. Es lo que nos hace verdaderamente humanos... y lo que nos empuja a dar la bienvenida a los refugiados.

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